Es temporada de playa, el sueño de muchos agostos. Llegamos, extendemos la toalla, nos sentamos o tumbamos, tal vez paseamos por la orilla, jugamos a las palas, nos bañamos, caminamos hasta el chiringuito…

Todas son rutinas que realizamos automáticamente, aprendidas después de años veraneando bajo el mismo sol. Lo que no tenemos tan presente, pero que es más importante aún, es que son acciones que realizamos bajo los rayos ultravioleta. Si bien disfrutar de ese calor sobre la piel puede parecer (y puede hasta ser) un placer, también es un peligro para nuestra salud si no ponemos barreras entre nosotros y dichos rayos.

Juana Gallar Martínez, de la Universidad Miguel Hernández, y Berta López Sánchez-Laorden, del Instituto de Neurociencias (IN - CSIC), nos explican cómo debemos proteger nuestra piel y nuestros ojos, con cremas, ropa y gafas de sol, y por qué nunca es pronto para incluir este tipo de rutinas en nuestra vida. Y, por supuesto, no asumir, aunque sea el ejemplo más claro, que estos cuidados deben realizarse solo a la orilla del mar. El sol golpea en cualquier parte, y disfrutar de él implica no dejar que nos haga daño.

Que tengan un buen martes.