Si no fuera porque obedecen a circunstancias tan distintas, diría que ahora, en esta recién llegada primavera, estamos viviendo una especie de Navidad.
Por los comportamientos de la gente, de la buena gente que se queda en casa, que sale a los balcones a aplaudir al personal sanitario, a las fuerzas de seguridad del Estado, a los que trabajan en los supermercados, a los repartidores, a las cuidadoras, a los y sobre todo a las farmacéuticas, y a tanta otra gente que trabaja para los que no pueden hacerlo o han contraído la enfermedad. Y que aprovechan ese confinamiento no deseado para preguntarnos cómo estamos, desearnos lo mejor y rogarnos que nos cuidemos.
Como en Navidad. Nunca fuera de ese tiempo mágico habíamos recibido tantos correos, tantos WhatsApp, tantas llamadas telefónicas con mensajes de interés y buenos deseos como en estos días.
El Feliz Navidad se conjuga ahora como “me alegra que estés bien”, o “cúrate pronto” si estás afectado. Y el Feliz Año Nuevo se formula esos días como “Ojalá pase rápido esta plaga inmisericorde”.
Son bálsamos cariñosos y bienintencionados que alivian nuestra angustia y nuestro miedo y que ponen de manifiesto que la bonhomía y la solidaridad no son virtudes olvidadas por estos pagos.
Feliz Navidad (en primavera).
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