Además, claro está, de la extraordinaria trascendencia del hallazgo (el homínido europeo más antiguo, el replanteamiento de los paradigmas de evolución de nuestra especie), detrás del éxito de las excavaciones en los yacimientos de Atapuerca (Burgos) se elevan las figuras de magníficos investigadores (Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y el maestro de todos ellos, Emiliano Aguirre) que entendieron, mucho antes que la mayoría de sus colegas, la importancia de compartir sus conocimientos con toda la sociedad.

Arsuaga, codirector de Atapuerca -y, como el resto del equipo, premio «Príncipe de Asturias» de Investigación en 1997-, sigue manejando con maestría el arte de divulgar. Hoy lo demuestra, en el primer artículo que publica en The Conversation España, iluminando desde un nuevo ángulo una de las grandes obsesiones de nuestra especie: cómo aprovechar los avances científicos y tecnológicos para estirar al máximo nuestra estancia en la tierra.

El palentólogo y director del Centro Mixto (UCM-ISCIII) de Evolución y Comportamiento Humano, distingue entre la esperanza de vida humana, que se ha disparado de manera espectacular, y la longevidad, que tiene una duración fija para cada especie, lo que supone un baño de realidad para aquellos que creen que esta fiesta podría no terminar nunca.

“El espectacular incremento de la esperanza de vida al nacer en las poblaciones actuales”, subraya Arsuaga, “no supone un avance comparable en nuestra lucha por el aumento de la longevidad. No es que vivamos muchos más años que antes, sino que somos muchos más los afortunados que llegamos a la senectud". 

Y advierte: prolongar la vida no saldrá gratis.

Que tengan un feliz ( y largo para los más afortunados) fin de semana.