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Artículo destacado:

Hace no demasiado tiempo, el hecho de sufrir una patología era una razón poderosa para excluir el ejercicio. El reposo era la regla general cuando caíamos enfermos. Ahora sabemos que un paciente no solo puede, sino que debe ponerse en movimiento para tener una recuperación mejor y más rápida. Y esto ha roto todos los moldes.

Evidencias no faltan. Como explican hoy Javier Prieto y Federico Mallo, de la Universidade de Vigo, se ha demostrado la efectividad del ejercicio físico como tratamiento en más de 25 dolencias diferentes: cardiovasculares, metabólicas, pulmonares, neurológicas, psiquiátricas e, incluso, diferentes tipos de cáncer. Si tenemos una herramienta barata, versátil, al alcance de cualquiera y que mejora el pronóstico de la mayoría de enfermedades, ¿cómo no vamos a usarla?

Lo interesante es que no solo sabemos que funciona, sino que entendemos científicamente por qué lo hace. La principal razón es que el músculo, aparte de ser motor de nuestros movimientos, tiene funciones reguladoras y metabólicas. Y cuenta con sus propias hormonas, las mioquinas, con un efecto generalizado en el organismo, desde el sistema endocrino al inmune, pasando por el cerebro.

Los beneficios  de ejercitarnos se notan tanto si caminamos a paso ligero como si optamos por jugar al baloncesto o al tenis, practicar atletismo o nadar. Y si combinamos ejercicio aeróbico con entrenamiento de fuerza, mucho mejor. Lo importante es no dejar nunca de hacer ejercicio. Ni siquiera estando enfermo.

Salud,