Buenos días,

Cuando siglos atrás el tren empezó a sustituir a los caballos, en la sociedad se mezclaron preocupaciones fundadas (como los riesgos de respirar humo) con otras que acabaron no siéndolo (como el miedo a que los viajeros se asfixiaran en los túneles). Con la Inteligencia Artificial estamos justamente en esa fase de confusión. Y tenemos sobre la mesa un reto la mar de complicado: crear una regulación que, sin frenar el progreso, garantice a largo plazo un uso responsable de estos nuevos sistemas, reflexiona Carlos Gómez Rodríguez, de la Universidade da Coruña.

Si nos paramos a pensarlo un momento, para aprender a conversar ChatGPT ha necesitado centenares de miles de millones de palabras obtenidas de la Red. Estos textos pueden incluir menciones a personas, y nadie las ha eliminado ni pedido su consentimiento. ¿Vulnera eso la protección de datos? ¿Y qué pasa con el uso de imágenes para enseñar a estos sistemas? ¿Acaso no pone en peligro el mercado del arte? ¿Se respetan los derechos de autor? ¿Cómo se presenta el futuro? ¿Eliminará muchos puestos de trabajo? ¿Desarrollaremos sistemas de IA conscientes? ¿Serán esos sistemas capaces de volverse contra nosotros?

La Unión Europea considera que la mejor manera de seguir avanzando sin pillarnos los dedos es que la regulación de la IA tenga como base el respeto a los derechos fundamentales. Y eso incluye, como aclara Javier Valls, de la Universidad de Granada, el bienestar social y ambiental, el respeto a la diversidad y no discriminación y el principio de justicia.

Salud,