Buenos días:

Alteraciones hormonales, debilitamiento óseo y muscular, incontinencia urinaria, afectación del sistema inmunitario, trastornos depresivos o alimentarios… Estos son solo algunas de las consecuencias que pueden sufrir los y las deportistas si no proporcionan a su cuerpo una cantidad de calorías y macronutrientes suficientes para el nivel de actividad física que realizan.

Las primeras alarmas sobre este problema de salud saltaron en 1992, cuando empezó a hablarse de la tríada femenina, que engloba tres alteraciones: los trastornos alimentarios, la menstruación irregular y la pérdida ósea. Más tarde, surgió el concepto de baja disponibilidad de energía y en el 2014 el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoció el síndrome de deficiencia energética relativa en el deporte como entidad clínica diferenciada.

En el artículo que da comienzo a este resumen de la semana que termina, el investigador de la Universidad San Jorge Daniel Sanjuán Sánchez hace un repaso por los principales factores desencadenantes de este déficit en deportistas, recogidos en un nuevo documento de consenso publicado por el COI hace unos días.

El informe señala como principales causas una ingesta insuficiente de carbohidratos, el entrenamiento excesivo y los problemas de salud mental, sobre todo aquellos relacionados con el peso y la imagen corporal.

Aunque este síndrome de deficiencia energética puede afectar a cualquier persona, algunos factores como la participación en deportes de resistencia o que exijan perder peso y la edad (los jóvenes y adolescentes son más propensos a sufrirlo) pueden fomentar su aparición.

Para que no ocurra, “lo prioritario es reducir los comportamientos asociados”, subraya Sanjuán. La educación para evitar la preocupación excesiva por el peso corporal o la delgadez es fundamental, junto con la intensificación de los esfuerzos para su detección precoz y los tratamientos clínicos por parte de profesionales sanitarios para lograr el reequilibrio energético.

Salud,