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Hace más de medio siglo que investigadores alemanes y suecos encontraron en hembras de polillas unas feromonas sexuales que atraían a los machos de su especie, facilitando la reproducción.

¡Imagínense su entusiasmo! De inmediato se planteó la existencia de feromonas humanas que atraerían irremisiblemente a los individuos del otro sexo. Y que, una vez descubiertas, nos permitirían crear colonias y perfumes que nos convertirían en unos seductores irresistibles. De hecho, estos productos ya se comercializan, pese a que de las feromonas sexuales humanas no hemos encontrado ni rastro.

Quienes parecen sintetizar feromonas que aumentan su sex appeal son los ratones macho, según demostraron a principios de los 2000 Ferran Martínez-García, de la Universidad Jaume I, y sus colegas. Concretamente encontraron una proteína urinaria no volátil que, años después, se identificó y bautizó como darcina, en honor de Mr. Darcy, el atractivo protagonista masculino de la novela de Jane Austen Orgullo y Prejuicio. Curiosamente no la detecta ell epitelio olfativo de la ratona, sino por su órgano vomeronasal (VNO), del cual los humanos carecemos. Nuestro gozo en un pozo...

Lo que sí podría estar mediado por feromonas, pero mamarias, es la lactancia humana. Menos romántico, pero también biológicamente fascinante, ya que el número de glándulas que las secretan, ubicadas en la areola mamaria, se correlacionaría con la facilidad con que el bebé se coge al pecho.

Salud,