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Aristóteles, Rousseau, Kant, Nietzsche, Heiddegger… Todos estos titanes del pensamiento intuían -como quizá le ha pasado a usted después de ir al gimnasio o dar una buena caminata- que la actividad física despeja la mente y hace aflorar las ideas. En el momento que les tocó vivir no había constancia empírica de esa conexión, pero la neurociencia moderna no deja de acumular pruebas al respecto.

Alberto Ruiz-Ariza, profesor de la Universidad de Jaén, desgrana en su artículo un buen número de evidencias. Por ejemplo, una reciente revisión de estudios que involucraba a decenas de miles de participantes ha revelado que el ejercicio físico (incluyendo actividades de intensidad baja y moderada) mejora la memoria, la cognición y la función ejecutiva. El incremento del flujo sanguíneo y la liberación de neurotransmisores como la dopamina, las endorfinas o la serotonina, entre otros mecanismos fisiológicos, explican esos estimulantes efectos.

Basándose en las investigaciones en las que ha participado, el autor hace una serie de propuestas para que los niños de 6 a 12 años aprovechen los beneficios del ejercicio para potenciar el desarrollo emocional y cognitivo en su día a día. Pero todos deberíamos seguir, a nuestra manera, la estela de aquellos filósofos tan lúcidos y tan activos.

Salud,