La vimos venir, sí, pero no supimos medir el alcance. Si a principios de 2021 nos hubieran dicho que en el verano de 2022 la subida de precios en Europa estaría por encima del 8 %, habríamos pensado que el agorero estaba poco al tanto de los datos económicos de la región.
De hecho, por entonces la inflación oscilaba entre niveles mínimos e incluso negativos, con lo que el problema de la economía europea no eran los altos precios sino más bien el riesgo de deflación.
En cambio, ahora Europa se va de vacaciones con la noticia de una subida de tipos de 0,5 puntos. La importancia del tema es que es la primera subida en 11 años y la subida más alta que se da en los tipos del BCE desde el año 2000. Por otra parte, desde que comenzó a circular el euro en enero de 2002, no se habían visto unos niveles de inflación en Europa como los actuales.
El BCE de Lagarde ha mostrado que también es suya la frase de Draghi “lo que haga falta para salvar el euro”. Quizás ese deba ser el lema oficial del banco central de los europeos.
El curso económico ha sido trepidante. Estados Unidos salió del parón económico de la pandemia con ganas de consumir. El aumento de la demanda de bienes (y la dificultad de servirlos por la rotura de las cadenas de suministros) provocó una subida en los precios que la Reserva Federal intentó atajar antes de lo que lo ha hecho el Banco Central Europeo.
Para ello, y tal y como hace ahora el BCE, ha ido subiendo los tipos de interés. Consecuencias: ante la incertidumbre global, el dólar ha recuperado su calidad de valor-refugio. Así, la moneda estadounidense se ha visto fortalecida mientras que, en este sube y baja cambiario, el euro se ha debilitado hasta el punto de haber llegado a alcanzar, este julio de 2022 y por primera vez en 20 años, la paridad con el dólar.
Rusia libra una guerra contra Ucrania en el campo de batalla y ejerce una enorme presión sobre los países europeos en la llave de paso de sus suministros energéticos.
Desde febrero de 2022 la energía ha subido de forma imparable en todas sus vertientes: los consumidores europeos revisan sus bolsillos cuando pagan la gasolina o encienden el aire acondicionado en este verano de emergencia climática, mientras Europa vuelve a revisar sus reservas de gas de cara al invierno y se habla de que, para afrontar las necesidades de los meses más fríos, habrá que imponer restricciones al consumo.
Estas restricciones probablemente sean discutidas, y aceptadas, por los dirigentes de unos y otros países según sean sus condiciones e intereses particulares. De esto ya tuvimos un tanto en 2012 cuando la crisis de la prima de riesgo.
Salud,
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